domingo, 23 de noviembre de 2008

Encantada de conocerme.



En liviano sueño me porteé
Hacia reinos e infiernos
Que jamás supe reconocer.

¡Qué oscura era ese alma mía!
Tan llena de luz me creía…
Y era yo la que se reflejaba
En el charco que formaron mis lágrimas,
Más yo que el resto,
Más desconocida que el que no conozco,
Y la más imperfecta de los perfectos.

Caminaba por calles pasadas
Que a nada me recordaban
Mis ojos eran nuevos.

Asomaron mis pies por sobre mis zapatos viejos.
Menguados mis dedos, deformes, desgastados.
Mis raídas vestimentas se espantaron;
Me dejaron a solas, con mi verdadera piel
¡Me crecieron alas!
Y esa pesada losa
Dejo de ser
De estar
Y de hacerme padecer.

Mis manos ¡con siglos de entumecimiento!
Resbalaban gloriosas
Por entre tanto viento de olor incierto.
Escuché mi voz
Y aunque nada quise decirme
Me escuché
¡La primera vez!
Dejé a un lado el ruido
Y entendí cual era mi nombre
Mi tiempo
Y mi fe.
______


Carmen Padial.

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