domingo, 26 de abril de 2009

Un día, sin otro que le pueda secundar.

Era tarde, demasiado tarde para ver más allá de la luz de la mañana.
Lo sabía, pero ya no me importaba más que la certeza de que durando lo que durase mi nimia existencia, había vivido como debían hacerlo los que estamos vivos.

Con tristeza, pudieron resonar en mi mente, ecos de seres amados a los que echaría en falta, pero eso eran tiempos, personas y espacios que mi mente no reconocería tras el paso a la nueva existencia.

Aun así, luchaba por retenerles en el pensamiento, como si ello me valiese de escudo ante un peligro que desconocía. Pero ni en la muerte el miedo me atenazaría, el valor del que siempre quise hacer gala lo llevaba impreso en el espíritu…

Por eso estaba ahí, por eso se me iba escapando la vida, por esa herida que a traición se le infringió a la madre tierra.
Pero al menos estaba salvo del peor de los castigos. De la peor de las muertes, la del espíritu.

Ya todas esas cosas valiosas habían dejado de existir para los hombres.
El alma era un algo en lo que algunos creían, una excusa de algunos para someter, o un miedo a tener y perder. No sabían ni querían creer más allá de lo que ella significaba.

Antaño el ser humano creía que la tierra era plana. Que hallen del horizonte, existía un enorme precipicio que les lanzaba al vacío, siendo condenados a una caída eterna.
¿Acaso no sufrían esa caída eterna? Y eso que la tierra no es plana, pero el alma si puede estar condenada a ser plana. Tan lineal, horizontal, circular y de la forma que se le quiera dar. Como el vacío al que tanto temen algunos.

Cada uno posee un vacío, con nombre propio la mayoría le acabamos llamando con nombre ajeno. Cuando nos queremos dar cuenta, es el nuestro.

A través de otras sonrisas, palabras sinceras e insinceras, llantos, silencios, dolor y gozos, tropiezos y aciertos, andar y caer, parase o correr, los gritos... en todo hube sido y me he nutrido, al menos las tuve, y sinceras. A otros les rodeó la plasticidad, lo artificial, lo informe y deforme, así germinó en ellos esa nada, esa planicie, ese desierto del que nunca se puede uno escapar.

Una vez perdidos ciertos valores jamás puedes dar marcha atrás, jamás te son devueltos. Son los honores de nacimiento, esa pureza que desconocemos hasta que la perdemos.Todo lo que se desconoce no existe ¡qué gran mentira y estupidez!

(******)


Carmen M. Padial.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buen tema y el final estupendo !

Felicidades.

Diego.